Cáncer de la M. Plasmática
LA MEMBRANA CELULAR Y EL CÁNCER
Artículo publicado en la revista Medicamenta. Tomo XLIV - Núm. 421 - 1965
Dr. Jordi Buxalleu i Font
Expongo dos casos de neoplasia, confirmados e primero en clínica universitaria y el segundo por diferentes facultativos, causa, en ambos, de fallecimiento. El interés de los mismos deriva de la mejoría observada, en uno y otro caso, por la administración de un tensioactivo: el oleato sódico y amónico, respectivamente.
Estas anotaciones descansaban desde hace tiempo en mi escritorio. El motivo de que hasta el momento no me hubiese decidido a publicarlas, es porque los investigadores estaban muy lejos de lo que opino sobre este problema. Es ahora que algunos parecen inclinar su atención hacia la membrana celular, la cual, según mi opinión, es la fracción célula primitivamente alterada.
En el año 1952, entonces en condición de practicante, atendí un paciente, I. A., de cuarenta años de edad, que residía en una casa de campo. Hacía tiempo que estaba enfermo. Su esposa me explicó que hacía un año fue operado de una tumoración en región hepática, la cual había expresada su malignidad.
Se trataba de una persona desde hacía años habituada a tomar bastante cantidad de bebida alcohólica: unos dos litros de vino diarios. En el momento que recibía mis atenciones estaba anoréxico, asténico e ictérico. Debido a la distancia y a las pésimas condiciones del camino a recorrer para llegar a su domicilio, se hallaba prácticamente sin asistencia médica. El único que de forma constante llegaba a su lado era yo. Recuerdo que le aplicaba unos inyectables de hepavital. Sin embargo, el mismo paciente se daba cuenta de que día a día su progreso era negativo. Esto motivó que un día me suplicara le administrase algo que fuera efectivo a su estado. Al sólo objeto de dar apoyo a mis palabras de consuelo, le proporcioné oleato sódico, porque recordaba unas explicaciones del señor Tomás, profesor de la Universidad de Barcelona, en las que decía que KOPOCZEWSKY había demostrado que en el cáncer se hallaba constantemente disminuída la tensión superficial del suero, que en la normalidad es de 67 dinas por centímetro, interpretando este fenómeno como un medio de defensa de que disponía el organismo. Le di, pues, este tensioactivo en píldoras de 0,25 gramos, cuatro el primer día y ocho los siguientes. A los cinco días pude observar un aumento del apetito, tanto tiempo perdido. Del quinto al undécimo días comió muy bien, hasta que en este día todos los de su casa tienen que guardar cama por haber sido infectados por la gripe. En este momento pierde de nuevo las ganas de comer. En el decimoséptimo día vuelve a aumentar el apetito, teniendo ya más ganas de hablar. La mejoría objetiva y subjetiva progresa hasta el día vigésimonoveno. En este momento no puede tomar más producto debido a la no existencia en el mercado. Después de cuatro días de la no ingestión del mismo, disminuye el apetito, así como aumenta la astenia. Más tarde pude administrarle otra vez con idéntico resultado: aumento de apetito y de peso. Cuando le vi más recuperado dejé de visitarle con tanta frecuencia. Poco después encontré a su esposa, quien me comunicó que el paciente estaba muy animado e incluso tenía ganas de pasear por el huerto. Se sucedieron unos días de medicación, pero luego, al agotarse, no tuve sistema de adquirirlo. De nuevo estamos frente el hombre anoréxico de antes. Viene la pérdida del peso ganado. Transcurren dos meses más, y el enfermo muere.
De este caso solamente es importante observar los altibajos que se ven con relación a la ingesta y no ingesta del producto. Es indiscutible que algo sucedió, ya que patentemente se pudo observar un cambio favorable.
Después de estos resultados decidí hacer alguna experimantación con animales.
Para ello dispuse tres series de conejos, y, mediante pincelación con una solución de alquitrán en oreja, obtuve de la primera serie de cuatro, tres positivos; de la segunda de dos (éstos con poca ingestión calórica), al cabo de ciento ochenta días, resultado negativo. La tercera serie de tres, a éstos incorporando al salvado y al agua oleato sódico y dándoles a ingerir la misma ración alimenticia que la primera serie, obtuve un resultado totalmente negativo.
Los tres fueron después de la prueba, que duró ciento ochenta días, animales normales.
A continuación paso a relatar el otro caso:
Se trata de un carcinoma primario bronquial en el lado derecho, lóbulo inferior, en un hombre, M. Q., con hábito de fumar, que tenía sesenta y cinco años. La etiqueta diagnótica la llevaba desde hacía un año. Pedí permiso al médico para administrarle oleato amónico, pero por vía intramuscular. Para neutralizarlo añado ácido oleico. Se empieza administrando una solución de 3 c.c., después 4 c.c. hasta 5c.c. Observé mejoría al cabo de pocos días de iniciado el tratamiento. Solamente hay el inconveniente de que la inyección es muy dolorosa y de que se absorbe muy lentamente. Después de un mes de tratamiento, dando una inyección alterna, hubo un aumento de peso de dos kilogramos. Debido al excesivo dolor, el enfermo rechazó seguir el tratamiento. Transcurren cuatro meses. El enfermo por propia iniciativa, pese al inconveniente del dolor, vuelve a pedirlo. Esta vez le inyecté añadiendo 125 unidades internacionales de hialuronidasa para facilitar la absorción, pero ésta continúa siendo lenta. Esta vez la cantidad inyectada por dosis es de 7 c.c. alternos. Al cabo de una semana aumenta el apetito, e incluso pide comida a la hora de merendar, cosa que no había hecho desde hacía mucho tiempo. Duerme mejor. Aumenta otra vez el peso. Empieza a dar paseos de unos cien metros alrededor de la casa. A pesar de esta mejora que el mismo enfermo reconoce, y siempre debido al intenso dolor de la inyección, rehusa la prosecución del tratamiento. Muere al cabo de un corto espacio de tiempo.
Trato a continuación de interpretar los hechos anteriormente expuestos.
En primer lugar, creo oportuno recordar algunos fenómenos aceptados:
1.º El cáncer tiende a implantarse en aquellos órganos muy susceptibles a las hormonas esteroides, en especial las de carácter sexual secundario como la mama, el útero y la próstata.
2.º Ciertos tipos de cánceres aparecen en épocas en que hay alteraciones en la secreción de hormonas esteroideas, como en la pubertad y en la menopausia.
3.º Que hay, por lo menos, cinco tipos de cánceres que pueden inducirse a los animales con la inyección de hormonas esteroides (según CORNELIUS P. RHOADS).
4.º Que se puede retrasar la evolución, o, por el contrario, aumentar la actividad de los cánceres de mama y próstata, por medio de la administración adecuada de hormonas esteroides o, por otra parte, con la extirpación de las glándulas que las segregan (ovario o testículo).
5.º Que el cáncer de mama es excepcional en mujeres previamente castradas, y también que nunca se ha citado el caso de un cáncer de próstata en un eunuco.
6.º Que el estímulo de la hipófisis, glándula que estimula la producción de esteroides por otros órganos, motiva la aparición de neoplasias de varios tipos en el animal de experimentación.
7.º Que después de los esteroides hay un grupo de agentes cancerígenos, como el benzopireno, metilcolantreno, dimetil benzantraceno y sustancias, en sí no cancerígenas, que actúan en una segunda fase, como el aceite de crotón después de la acción del uretano.
Todo este grupo de sustancias enumeradas tiene la propiedad de poseer una lipofilia acentuada, excepto la que no llega a tener por sí solo la capacidad de producir el trastorno (el uretano). Esta sustancia es hidrófila y también lipófila; pero a poco que se le sume una sustancia exclusivamente lipófila, como el aceite de crotón, ya tenemos realizado el tumor. Este fenómeno lo podríamos explicar suponiendo la molécula del uretano, uniendo su parte hidrófila a los prótidos de la membrana celular y quedando libre la parte lipófila, con lo cual habría quedado aumentada la lipofilia de esta membrana, pudiendo en un segundo tiempo penetrar fácilmente el aceite de crotón y determinar la rápida proliferación celular.
Igual puede suceder en el caso de que se perdieran prótidos de la membrana, siendo o no sustituídos por lípidos. Siempre quedaría facilitada la entrada de sustancias lipófilas en la célula y también se bloquearía la entrada de toda sustancia con hidrofilia.
La forma en que puede interpretarse la actuación de los oleatos es que éstos arrastraron el exceso de lípidos adelgazando la membrana celular, haciendo posible con ello la entrada de cuerpos antes bloqueados, a la generalidad de las células somáticas.
Ultimamente, BERNARD PEGSACHOWICZ, BERNARD HALPERN, HENRI FEBVRE Y GEORGES BORSKI han comunicado el comportamiento (en cultivo) de las células malignas. Las primeras tienen tendencia al agrupamiento y las segundas permanecen dispersas o formando láminas monocelulares.
Creo oportuno señalar lo que sucede cuando en un vaso con agua se echan unas gotas de
aceite; éstas tienden al agrupamiento hasta formar una gota más grande. Si en otro vaso de agua se vieren unas gotas de clara de huevo y se agita ligeramente, se forman una serie de membranas que se desparraman por todo el vaso sin contacto entre ellas. Creo que igual podría suceder con las células si en sus membranas predominan bien lípidos o bien prótidos.
La rareza de un cáncer en la vesícula biliar (tensión superficial de la bilis, 44 dinas por centímetro), al igual que sucede en el duodeno, creo es debido a que la presencia de bilis, con su tensión superficial baja, preserva a las células de estas zonas sufrir una degeneración grasa en su membrana exterior.
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